Dejando a un lado la tortuga, ella busca por todos lados el origen de ese sonido inverso en el atardecer, que debería bajar en lugar de subir y apremiar al reptil en lugar de esconderlo. Descubre una casa, la de enfrente, que creía vacía. Una luz muy recóndita recorta una silueta a contraluz. El aire remueve una manta translúcida y ve a un hombre acuclillado. Es hermoso con esa luz. Como una figura de Belén con un halo. Parece nostálgico y la llena de una sensación de avidez que la hacen devorar con los ojos cualquier información que el viento se digne a filtrar.
Extraído del relato “Tortuga”, del libro “Soledad Acompañada”, de A. B. Durán.