Se despierta escupiendo arena y se sienta a recomponer la cabeza, que parece centrifugar dentro de esas cuatro paredes de hueso. Le duele hacer ese esfuerzo y se rinde. Mira a los lados y ve la playa desierta salvo por animales marinos. Las olas lo invitan a meditar con ese ir y venir, pero él no cree en la introspección y piensa que esas cosas no son más que postureos para ligar con las mujeres, más sensibles y vulnerables a la superchería. Así con un ohm editado con forma de eructo quiere dar por finalizada esa vista al mar y todos sus viscosos bichos de dentro. A él que le pongan parqué para andar, que para hundirse ya se basta él solo sin necesidad de tierra.
Extraído del relato “Playa”, del libro “Soledad Acompañada”, de A. B. Durán.